30 noviembre, 2010

Todo esto es fado

“Amor, celos, ceniza y fuego, dolor y pecado.
Todo existe; todo esto es triste; todo esto es fado...”

Suena la voz de Amalia Rodrigues en un ejercicio de melancolía y genialidad. Así es Lisboa: un escaparate de fatalismo, revolución y ensueño. Un tranvía a la nostalgia. Una pizca de historia, un jardín de claveles, un castillo altanero; el elevador de Santa Justa, la noche resplandeciente en los bares del Barrio Alto, aquel café de Pessoa que humea versos, las miradas cómplices, el sosiego desasosegante, los dulces de Belem, los puentes inverosímiles y el color tenue de la vida en una capital imprescindible. Allí hemos estado compartiendo otro viaje estupendo. Y lo escribo ahora porque quizá el fado, esa intrínseca frustración hecha arte, marca el ritmo de la actualidad: la evidencia de que las autoridades nos toman el pelo, como destapa el soberbio Wikileaks que tanto temen los de siempre; la impresión permanente de que falta sentido del humor a nuestro alrededor; la carencia de ideas para salir a flote bajo el gris imperante; la dantesca impotencia del Real Madrid ante -por mucho que lo camuflemos- el mejor equipo del mundo; y, por qué no, la gran ambición de vislumbrar luz al final de cualquier túnel, el susurro optimista frente a la adversidad, la compañía de gente que vale la pena.

17 noviembre, 2010

Réquiem por Egipto

Confieso que tengo una deuda con la cuna de la civilización. Como decía aquél, “volveré”.
El país que lo inventó casi todo es un paraíso para el viajero: delirio visual en medio del desierto, templos inconmensurables, tráfico espeluznante, indescriptible algarabía en la capital, caos generalizado, crisol de culturas, esperanto en los bazares, tierras santas y estímulos deslumbrantes a cada paso. Debo aclarar que cualquier guía descubre Egipto con más detalle y corrobora aquello de que hay que visitarlo alguna vez en la vida, pero quiero compartir nuestras impresiones con vosotros: el Nilo desprende osadía; las pirámides, arte colosal; Luxor, grandeza; el Sáhara, magia; El Cairo, bullicio desaforado; el Lago Nasser, inteligencia; los oasis, melancolía; el clima, bochorno constante; la gente, familiaridad; y cada minuto, Historia: con mayúscula. Da la impresión de que los arqueólogos podrían seguir cavando por los siglos de los siglos y encontrarían más vestigios valiosos, hallazgos especiales, maravillas de la arquitectura y naturaleza inusitada. Al final, Egipto siempre te regala una experiencia tan excelsa como insólita, a medio camino entre el turisteo y la aventura: un manojo de recuerdos, direcciones y teléfonos para la próxima huida. Con sus mercaderes infatigables, cada rincón del país huele a té, carne, ropa, souvenir o dátil. Creo que es una sociedad injusta con el pueblo llano, sucia y abandonada a la suerte de unos pocos y extremadamente amable con los poderosos: más que en Occidente, añado. Un réquiem sempiterno a los faraones y un clamor de progreso clandestino. Y acaso lo mejor: hicimos grandes amigos, paladeamos la gastronomía de cada región y ratificamos que el privilegio de nacer en uno u otro sitio resulta casual y que hay que luchar por lo que sientes. Libremente. Anhelando la luz al final del túnel, con o sin permiso divino. Shukran.

03 noviembre, 2010

Píldoras al alimón

No encuentro palabras para agradecer tanto aprecio. Prometo que el dinero no da la felicidad porque la vida me ha regalado momentos impagables. Retrasamos los relojes y mucha gente no sabe qué hacer con una hora más. Yo también quiero tocar las estrellas. Parece que el debate sobre el partido Madrid-Barca es más importante que el de los Presupuestos Generales del Estado. Cada vez que oigo hablar del Tea Party, me tomo un sabroso café. Aunque hubo grandes aciertos, la radio se merece una gala mejor que la del otro día. La tele está de luto cada vez que sale Belén Esteban. La decencia enmudece con la corrupción política y las perlas de Sánchez Dragó. El periodismo genuino de Wikileaks me hace creer en esta profesión. Mientras exista la literatura habrá libros, e-books y, sobre todo, tablas de náufrago donde aferrarse. La emoción se contagia y el entusiasmo lo cura todo. El éxito y el fracaso, apuntaba Kipling, son impostores a partes iguales. El Cairo y Nueva York jamás concilian el sueño, pero siempre te obligan a madrugar porque resultan inabarcables. Cuánta riqueza queda en Egipto pese al expolio constante de la historia. El Silencio Sonoro sube el volumen porque sigue sumando adeptos a la cultura, como los inefables Cangrejeros y otro gran visionario que fabrica experiencias memorables. Lo mejor de mi blog son los enlaces que recomiendo y la gente que me lee. Así que continuaremos predicando en el desierto y algún año lograréis agregarme al Facebook. No somos nadie... y menos en pelotas. Valgan mi gratitud, estas sentidas reflexiones, alguna imagen y un fuerte abrazo. Da gusto volver: sois unos cachondos irredentos y la fiesta acaba de empezar. ¡Salud y risas!

(Al alimón: Dícese de lo que se hace a dúo, conjuntamente, a la vez. Un equipo, pase lo que pase. ¡Infinitas gracias a todos!)