19 abril, 2011

¡Que paren el mundo!

Queridos lectores, familiares y amigos:

No veáis la cantidad de explicaciones que tengo que dar por vuestra culpa: me echan la bronca porque tardo en actualizar este legendario blog de culto... Me prodigo en otros medios y, cosas de la confianza, descuido a quien dedica unos minutos de su valioso tiempo para saber qué se cuenta este humilde cronista. Definitivamente, os asiste la razón: no puede ser que os abandone así, a la intemperie virtual. Aceptáis mi huida de las redes sociales, pero pedís ¡más madera!... que para eso pasábamos por aquí. Y os lo agradezco de corazón. Y me disculpo con la excusa de las prisas y el estrés. ¡Que paren el mundo, que no me bajo! Vendría muy bien valorar el movimiento "slow", respirar hondo, echar el freno y cambiar el rumbo de esta vida disparatada que celebramos felizmente con situaciones de película de los Marx. Por si os sirve de ayuda, cuando me desbordan los acontecimientos, pienso en momentos sublimes y sonrío, recuerdo chanzas y reflexiones de personas imprescindibles, me planto en medio de la vorágine y percibo la calma soterrada, comparto experiencias con gente inquieta y trato de aprender de todos. Supongo que el secreto está en disfrutar del agua calentita, pero también cuando hiela o toca nadar a contracorriente. Y sí, procuro contagiar entusiasmo porque incluso la luz alcanza menos velocidad que una mala noticia y -hoy por hoy- urge derrochar alegría a nuestro alrededor. Así que, inmersos en la campaña electoral del desencanto, hagamos nuestra propia promesa: reaccionar, cumplir con todos y con uno mismo.
Siempre vuestro, J.