30 octubre, 2008

Como una moto...

Así transcurre mi vida. Y la de Jorge Lorenzo (mezcla de mi nombre y el de mi padre), que circula a 300 km/h. Ayer charlamos con él. El joven mallorquín, piloto genial, parece tener la cabeza asentada. Cámara y micro en ristre, le dimos una alegría a un amigo, que lo idolatra. Conseguimos un saludo exclusivo para él. Y su rostro, henchido de admiración, es una de las grandes recompensas de este trabajo. Porque, creo, que la profesionalidad no es incompatible con la amistad. Y cuanto más acelero, más calentito me pongo.