01 diciembre, 2008

Pasajes o paisajes

Feliz semana. Una vez más, arrancamos con la artillería más pesada que Falete saliendo de un bufet libre. Diciembre se presenta gélido y navideño. Cada año suenan antes los villancicos. ¡Y nos lo queríamos perder! Espero que todo os luzca brillante y con la ilusión desbordada. Estas jornadas han vuelto a servirse con intensidad. En plato frío, pero sin venganza. Ver “La ley del silencio” en una invernal noche de viernes te cura del ruido y la furia cotidianas. Quedar con tu gente y organizar una pitanza al calor de una charla agradable en la que arreglas el mundo, el infinito y más allá, es muy gratificante. Pasear por el Madrid más heterogéneo con sus luces y sus sombras, las buenas intenciones, los bajos fondos y sus rincones multiétnicos, amansa el espíritu casi tanto como trabajar en lo que te apasiona, pero mucho menos que compartir los pasos con tu diosa terrenal y un amigo de toda la vida. Sentir el desasosiego del último gran western de este siglo en un cine emblemático te reconcilia con el arte. Reírte de lo más refinado y de la mayor vulgaridad con un colega te hace sobrellevar los deberes, los contratiempos, acaso la nostalgia y el anochecer a las seis de la tarde, que duele a los que cruzamos la existencia con nocturnidad y alevosía pero con ansias de sol y agua que iluminen un día que necesita tres horas más. Embaucarte en el periódico del domingo, en una tarde rara, que cantaría Amaral, tras degustar comida hindú y ver un gran programa de televisión, te acerca a los problemas del mundo y a la mejor literatura, que es la que, decía un maestro, se encuentra en la prensa. Siempre hay motivos para sonreír. Y cuando crees que no queda nada más por delante, cuando planteas la vuelta al lunes, una llamada de madrugada te recuerda que tu hermano, el viajero incesante, viene a visitarte muy pronto. Apuras la taza de café, subes un poquito la música sin molestar en casa ni al vecindario, te asomas a la terraza, respiras hondo y tienes la convicción de que ninguna recompensa eterna nos perdonará haber malgastado el amanecer.