16 junio, 2008

A porta gayola

Olé, olé y olé. ¿Cómo que no? Dicho de otro modo: ¿vergüenza nacional o deplorable orgullo patrio, con perdón? De acuerdo, que os animáis enseguida, declino clavarme banderillas como Alaska, que no es plan y cualquier noche los gatos, viéndome de esa guisa, maullarían en un callejón. Tampoco quiero dejar el mensaje de aquel célebre grupo de Pablo Carbonell y confío en que nadie se mofe de esta crítica como hacen los más insensatos con el tradicional artículo antitaurino de Manuel Vicent. Sinceramente, me exaspera la fiesta de la sangre, la impune delectación de los biempensantes del ruedo ibérico, la carne doliente clasificada como espectáculo, la víscera convertida en oscuro objeto del deseo.

Y, por supuesto, me indigna que los medios de comunicación se exciten con las hazañas de los toreros y demás ralea. No ha mucho tiempo, esto escribió el periodista citado (El País, 7-05-2006): “Ya están de nuevo aquí los puyazos, las estocadas, los descabellos, los vómitos de sangre, donde abrevarán las moscas bajo el flamear de la bandera de España; ha comenzado la temporada taurina en las Ventas, el rito brutal y a la vez manierista, que convertirá la tortura y la muerte en un espectáculo moral. Lo menos que se puede decir de la fiesta degradante de los toros es que está fuera de época”. Y lo suscribo.

Ahora que ha transcurrido casi un mes y podemos recordarlo sin demasiado sonrojo, ¿por qué nos rasgamos las vestiduras con el fenómeno del Chiqui-Chiqui en Eurovisión, que –según algunos expertos- iba a terminar de una vez por todas con la cultura de este país, y nadie se quejó de la estampa que nos precedió en aquel escaparate musical, a mi juicio, asaz hortera? Sí, amigos y amigas, irrumpió el hispánico torero con el toro, olé, olé y olé. Viva España y amén. Entonces, apenas hubo polémica, sino la callada por respuesta de quienes, en cambio, encontraban insultante que un actor elegido democráticamente se cachondeara del esperpento internacional.

En fin, estocada mediante, Muñoz Molina afirma una verdad como un templo (El País, 14-06-2008): “Lo que se celebra es lo más retrógrado, ahora convertido en 'cool'. Mentes selectas han decidido que las corridas de toros son alta cultura”. Y apostilla: “Quién nos iba a vaticinar que todo aquello que nos repugnaba por pertenecer a los peores residuos del pasado regresaría convertido en modernidad”. España es así y, en este sentido, me duele observar a gente inteligente, con sensibilidad, con clase y con criterio defendiendo la barbarie institucionalizada. Pero lo de los periódicos, las radios o las teles siguiendo la lidia con entusiasmo, vítores y el corazón henchido de gozo, me aterra: compañeros de profesión, ¿somos conscientes del indigno aplauso público que regalamos a los toros y su inquietante entorno? Seguro que hay algo detrás de este interés desaforado: acaso lo hagan –como dirían Faemino y Cansado- “todo por la pasta” (sic). Lo que ocurre es que el arte de matar, al contrario que la pareja cómica, no tiene ninguna gracia. Spain is different. Salud y abrazos.

Jorge García Palomo – Cadena SER y Localia Madrid Norte.
(Publicado en el blog http://www.juanravaquero.blogspot.com/)