29 octubre, 2007

Pongamos que hablo de Madrid

Feliz lunes. ¿Qué tal todo? Espero que bien... El fin de semana ha sido muy de aquí, de Madrid. "Eg que" hemos paseado por toda la capital. El viernes terminamos la jornada tarde. De vuelta en el coche, con la radio puesta, las luces centelleando en la oscuridad, el ruido amortiguado, me gustó contemplar la ciudad dormida a las puertas del descanso o la euforia, según se dé. El sábado acudimos a la inauguración del restaurante "Jota", en torno a la glorieta de Bilbao, y departimos con amigos, conocidos y desconocidos. En el interior del bonito local, se exponen fotos de nuestro Félix Lorrio, personaje antológico de la movida madrileña, que fue quien nos citó allí por la noche. Cosas de la vida, el periodismo, la amistad. Además, por la mañana me había tocado trabajar en Localia y me recorrí toda la línea 10 de metro porque debía parar en Chamartín por unos trámites. Vaya jornada, ¿verdad? Pongamos que hablo de Madrid. Y de Madrid, al cielo, acaso con un momento cumbre: lo viví con mi súper-abule nonagenaria, los dos conversando al sol, por la tarde, entre árboles, libros y recuerdos. Los recuerdos, decía Woody Allen, no se sabe si son aquello que tienes o aquello que has perdido. Con la mayor de mi gran familia, desde luego, los recuerdos afloran, nos pertenecen, se paladean, se transforman en una emoción tangible, latente, al ritmo de los versos de Gabriel y Galán, poeta del pueblo que habita en la memoria de la más grande. ¿No es una suerte que te toquen los mejores abuelos, los mejores padres, los mejores primos (aunque no sean científicos ni sepan el tiempo de Sevilla), la mejor "familia política" (en el sentido más alejado de la política)?... En fin, ya el domingo, ante la visita de personas queridas y un calor apacible, tan cercano, me marqué un encuentro apoteósico con mi hermanísimo. Por el Rastro de Madrid, chulapos míos. Por La Latina. Por los puestos callejeros, el meollo de un lugar invivible, pero insustituible. Nos vimos en los bares, como los Celtas. En el corazón de un mercado que persiste a pesar de los carteristas, que triunfa a pesar de tantas derrotas, que gusta aunque parezca Tokio en hora punta. Ayer me reconcilié con el Madrid más agobiante. Ayer no eché en falta la playa. Pero sí a ti. Y a ti. Y a ti. Quizá mañana volvamos todos a las andadas. Ganga, chollo. Nos lo quitan de las manos, señora. Pedazo de la España en que nací. Abrazos por doquier.